otra vez es marzo
Empiezo a escribir esto con el propósito de ahora sí completarlo. Es el tercer intento de contar esto; el último intento fue hace una semana y media. No sé si ha cambiado algo en mí desde entonces, pero lo vuelvo a intentar.
Hace una semana E me preguntó de marzo y se lo conté todo, incluyendo esas partes que me dan vergüenza. Creo que nunca se lo había contado así a alguien. Me quedé con la sensación de que E se quedó intranquila por preguntarme sobre este suceso; yo me quedé en paz. Siento que es algo que se ha gestado tanto en mí que liberarlo me hace sentir como que ya estoy completa. En fin, no sé si E alguna vez lea esto, pero gracias, te quiero mucho y me dio gusto poder contar por primera vez algo tan íntimo, y que a quien se lo contara fueras tú.
Ahora sí, vamos a hablar de marzo. Fue un 7 de marzo de 2024. Yo no había experimentado muchas cosas por miedo y por otros muchos prejuicios que tenía en ese entonces. Ese día me decidí a probar un ácido; uno o dos meses antes había probado un brownie de marihuana, y no me había gustado, me aburrió mucho la sensación. No sé qué esperaba del ácido, pero quería intentarlo. Me comí medio cuadro y S se comió la otra mitad. José Antonio se comió uno completo, y C también. Todo esto empezó como a las ocho de la mañana. Fuimos al Xbox y estuvimos jugando Gang Beast; nunca gano en ese juego, pero me gusta jugarlo. Cuando ya se empezó a sentir más el efecto del cuadro, nos fuimos al deportivo; yo ya estaba muy risueña. Fuimos a círculos y buscamos un lugar que estuviera escondido, solo y que tuviera pasto; después de marzo regresé a ese lugar y es todo lo contrario a escondido, solo y absolutamente no tiene pasto, es pura tierra. Nos sentamos, estuvimos platicando con palabras no hiladas y confundidas. Pusimos música, me acosté en el piso con S y sonó "Té para tres" de una forma en la que nunca había sonado. Así estuvimos como hasta mediodía, C estaba hablando del queso Oaxaca y el cielo, cuando José Antonio dijo que quería ir al baño. Nos empezamos a mover para que él pudiera ir al baño, se pudo parar y me pidió que fuera hacia donde él estaba parado; solo me lo pidió a mí. Yo no sé lo que estaba pensando, pero fui porque pensé que no quería sentirse juzgado, que me veía como una persona de confianza o alguien que podía ayudarlo. Pensándolo a la distancia, tal vez ya se veía lo que iba a pasar. Yo no fui sola, fui con C y cuando llegamos, José Antonio nos abrazó de una forma muy fuerte y sujetándonos por el cuello. Me quité y nos movimos para ya ir al baño. José Antonio, al querer moverse, se cayó en unas plantas y ya no se podía parar. Nos juntamos S, C y yo para ver qué hacíamos. C dijo que iba a ir al baño y S juntó las mochilas; yo me quedé parada acompañando a José Antonio. Él estaba balbuceando y en algún momento terminó abrazando mi pierna; la tenía sujetada de mi pantorrilla. Se acercó a mí y estuvimos platicando de cómo nos sentíamos, nos besamos y en eso José Antonio comenzó a darle palmadas fuertes a mi pantorrilla. Se movió para quitarlo, pero le dije que no lo hiciera, que él lo hacía porque confiaba en mí y que yo le transmitía seguridad. S se quedó a mi lado. Ese día llevaba un pantalón de mezclilla que estaba roto de las rodillas, un top amarillo y un suéter negro; estaba intentando obligarme a usar ropa que me hiciera sentir insegura para poder superar mis inseguridades. Después, no sé cómo fue, pero José Antonio consiguió aventarse en mi pierna, me jaló de la pierna y estaba encima de mi pierna, metió todo su brazo por el hoyo de mi pantalón y terminó abusando sexualmente de mí. No sé si podría describir qué sentí, pero él era muy agresivo, me tocaba muy fuerte. Es algo curioso, porque en realidad fue muy rápido; el momento del abuso debió haber durado a lo mucho un minuto. Después, S lo aventó y él sacó su brazo, se tiraron unos golpes y José Antonio terminó otra vez en el piso. En ese momento iba regresando C del baño. Nos volvimos a reunir S, C y yo. S siempre me cuidó mucho; S le contó rápidamente a C lo que había pasado, me apartó de donde estaba José Antonio. Entonces, yo estaba viendo a José Antonio de frente y S estaba dándole la espalda mientras hablaba con C. Yo volteé a verlo porque tenía miedo de que se parara y quisiera golpearnos. Él no se paró, pero sí comenzó a quitarse la playera, después el cinturón y cuando se lo quitó, dio un cinturonazo al aire; nada, jamás en la vida me había dado tanto miedo como él dando un cinturonazo al aire. Terminó por quitarse toda la ropa y empezó a masturbarse en el piso. En ese momento decidimos que era algo que ya no podíamos controlar y optamos por irnos. En ese momento me hizo sentir mal el haberlo dejado ahí; siempre se dice que a tus amigos no los puedes dejar cuando no están en sus cinco sentidos, y yo, juré nunca hacerlo, pero esa vez todo me superó. Salimos del deportivo demasiado rápido, fuimos a Mixcoac y ese trayecto que hacía todos los días para irme a mi casa fue eterno en ese momento. Era toda una sensación de adrenalina con un miedo horrible de sentir que nos venía persiguiendo. Llegamos a Mixcoac, ahí vimos a J, que nos ayudó demasiado (tampoco sé si en algún momento va a leer esto, pero muchas gracias por mover tus cosas para ayudarnos). Le pedimos que llamara a una patrulla para que fuera por él y que si nos acompañaba a comprar agua. Seguimos caminando y llegamos a Campana; nunca había visto un lugar que fuera y se sintiera tan bonito. Entramos a la iglesia para poder ir al baño, pero en ese momento no había agua en casi ningún lado de la ciudad. Nos sentamos, lo eliminamos de casi todas las redes sociales y le avisamos a un familiar suyo lo que había pasado. Ese día era un jueves; yo tenía que recoger a mi hermana de la escuela, faltaban dos horas para que saliera, entonces decidimos ir caminando desde ahí hasta la Escandón. Caminamos y caminamos mucho, pero la verdad yo no lo sentí; seguía teniendo tanta adrenalina que ni siquiera me dolieron los pies. Cuando llegamos a Patriotismo, entramos a la plaza para ir al baño; cuando entré al baño y me vi al espejo, sentí unas ganas horribles de llorar. Sentía que mi suéter me rasguñaba la piel y mi cara estaba completamente quemada por el sol. Me sentí marcada, sentí que todas las personas que me veían caminar podían ver qué me había pasado, sentía que todos sabían de mi abuso. Me lavé la cara, me quité el suéter y salí. Llegamos a la escuela de mi hermana y pasé por un pambazo; era un pambazo del puesto chiquito de la iglesia. Cuando iba en secundaria, esos pambazos eran mi comida de los miércoles; pensé que al comerlo iba a sentir aunque fuera un poquito de confort. Pasé por mi hermana y cuando salió la abracé; yo lo sentí como un abrazo desesperado. Estaba desesperada por sentirme segura y ver a ese ser me hizo sentir que ya todo estaba mejor. Le di un beso en la cabeza y fuimos caminando al metrobus. Ahí decidimos pedir un Uber a mi casa y, en el trayecto, podía ver cómo S se mandaba mensajes con alguien. Llegamos a mi casa y subimos a mi cuarto; ahí platicamos un poco y después me quedé sola con S.Nos acostamos, me abrazó y lloré todo lo que no había llorado en el día. Ahí fue cuando sentí el peso de ese día. Ese día tuve terapia y le conté todo a Lorena; yo creo que si esto hubiera pasado cualquier otro día, no lo hubiera contado en terapia. La persona con la que S se estaba mandando mensajes era el familiar de José Antonio y estaba mandándole amenazas a S; le decía que era nuestra culpa, que nos iba a hacer pagar, entre otras cosas.
Lo logré, escribí todos los hechos que pasaron hace exactamente un año. Después de ese día surgieron otros efectos. Por ejemplo, José Antonio había ido a mi casa, se quedó a dormir en mi casa, sabía a qué escuelas iban mis hermanas, sabía mucha información personal mía, y yo viví mucho tiempo con miedo de poder encontrarlo en todos esos lugares que eran parte de mi rutina. También, me sentía ajena a mi cuerpo, me veía en el espejo y no me sentía yo, mi cara se veía deforme, mis facciones no encajaban. Esto me duró meses; terminó en octubre. Yo ya no podía confiar en la gente; me daba un miedo horrible pensar en conocer gente y que pudieran hacerme daño en cualquier momento. No sé, mi abuso trajo muchas consecuencias a mi cotidianidad. He estado aprendiendo a vivir con ello; el viernes pasado en la clase de Héctor estábamos hablando de memoria. Salió a la conversación el porqué hay sucesos traumáticos que se olvidan por completo y por qué hay otros que tenemos tan presentes. Héctor dijo que es porque si lo mantenemos en nuestra memoria es porque nos puede servir en un futuro, por supervivencia. Yo lo estuve pensando y sí, nunca se va a ir de mi cabeza; es aprender a vivir con TODO lo que ese día dejó en mí. NO se va a ir y solo queda darle el cachito de importancia que merece en mi vida. Creo que de ahí viene esta necesidad de nombrarlo y poder contarlo con todo lo que implicó. Y ha implicado muchas cosas a lo largo del tiempo, pero ahorita me trae mucha vergüenza. Y es vergüenza de cómo yo me encontraba. Siempre se dice que la culpa no es tuya y yo sé que así es; yo también repito ese discurso, pero a la hora de ponerlo en práctica es mil vidas más complejo. Yo estaba drogada y no por eso abusaron de mí, pero siento que mencionar ese hecho hace que mi testimonio no se vea tan válido. Igual y es tema mental mío, igual y a nadie le importa este detalle, pero a mí me causa mucha pena y pesar mencionarlo. Lo he hablado con S, y si no hubiera estado drogada, probablemente hubiera pasado igual, hubiera sido lo mismo, pero siento que al yo tener responsabilidad de estar drogada, es más difícil contarlo, es más difícil darle un lugar en mi vida.
Hubo muchos sentimientos en este proceso: culpa, ira, tristeza; ahorita siento vergüenza, etc. El día sábado 9 de marzo, le mandé un mensaje por Messenger, porque era el único lugar en el que no lo había bloqueado; ahí le decía que yo no iba a iniciar un proceso legal, que sólo quería que su familiar nos dejara en paz y que no buscara a C y S. Él no me contestó, me contestó otro de sus familiares, me dijo que lo tenían que operar y yo sentí una culpa enorme. Sentía que era mi culpa que él tuviera que ser operado.
Hace unos dos meses, me entró la espinita de querer contar esto en el 8m, pero me sentía atada a que, si lo hacía, él podría volver a molestar. Ahorita lo veo, y no, no va a pasar; si yo quiero contarlo, no va a pasar nada.
No sé si este blog merezca una cancioncita coquetona. En fin, esta canción me acompañó en todo el proceso de aprender a vivir con esto. De hecho, fue mi canción más escuchada en el 2024. En fin, cancioncita coquetona para sentir el peso de la vida y la velocidad con la que avanza la pérdida de la infancia: https://open.spotify.com/intl-es/track/3rYajSdW4XqSsuZjOyCQnv?si=30bec3bc40834328
Comentarios
Publicar un comentario